Cómo escribo Italo Calvino Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta. Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo. Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir ese libro. Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un
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Juarroz
13 Ahora tan sólo, en este pobre rostro en que te caes, he visto el rostro de la niña que fuiste y te he sentido varias veces mi madre. Me he sentido el hijo de tus juegos, del mundo que creabas y esperabas como un tibio regalo de cumpleaños. Y también de los sueños que nunca confesaste para que nadie más sufriera por ellos. Me he sentido el hijo de tus primeros gestos de mujer, esos que también hubieras querido ocultar y hasta ocultarte, para abreviar en el mundo la irrealidad del asombro. Me he sentido el hijo de los movimientos que me preparaban como a un antepasado de la muerte, dibujo obsesionado por la inserción de sus escamas. Y te he sentido luego la circunferencia de mi trébol pasmado, el ángulo del compás que se abría, el mapa de mis fiebres confundidas con viajes, la caracola de mis ecos de hombre. Y te he sentido aún más, te he sentido llegar a ser dos veces mi madre para que yo pudiera dejar de sentirte
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