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ESCRIBO para gente que no tiene Otro sitio donde caer muerta Que la superficie de un poema.                         Roger Wolfe
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"Los libros escondidos. Los libros secretos. Hay que tenerlos debajo de los libros de texto. Leerlos cuando no nos ven nuestros mayores o los profesores, en el colegio. Son libros de aventuras, novelas folletinescas, policiacas. Y muy pocos años después -no años, meses-, novelas pornográficas. Qué inefable placer me proporcionan esas lecturas. Aldous Huxley dijo: "una orgía real nunca excita tanto como un libro pornográfico". Y con esto no intento sugerir a nadie que abandone las orgías. Pero también el libro tiene enemigos entre los de su propia especie". El abrazo de la lectura (Fernando Fernán Gómez)           26/11/2007   Lectura y lectores   Lecturas   9  
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Cómo escribo   Italo Calvino Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta. Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo. Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir ese libro. Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un

Juarroz

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         13 Ahora tan sólo, en este pobre rostro en que te caes, he visto el rostro de la niña que fuiste y te he sentido varias veces mi madre. Me he sentido el hijo de tus juegos, del mundo que creabas y esperabas como un tibio regalo de cumpleaños. Y también de los sueños que nunca confesaste para que nadie más sufriera por ellos. Me he sentido el hijo de tus primeros gestos de mujer, esos que también hubieras querido ocultar y hasta ocultarte, para abreviar en el mundo la irrealidad del asombro. Me he sentido el hijo de los movimientos que me preparaban como a un antepasado de la muerte, dibujo obsesionado por la inserción de sus escamas. Y te he sentido luego la circunferencia de mi trébol pasmado, el ángulo del compás que se abría, el mapa de mis fiebres confundidas con viajes, la caracola de mis ecos de hombre. Y te he sentido aún más, te he sentido llegar a ser dos veces mi madre para que yo pudiera dejar de sentirte